
Si, señoras y señores: ¡Argentina es más grande diciendo malas palabras! ¡Grandes puteadores y puteadoras de raza! Aquellas palabras que en Argentina forman parte de cualquier interacción más o menos informal, en Brasil son sacrilegio. Los dispositivos argentinos a la hora de hacer catarsis son más linguísticos que corporales, he aprendido como el perrito de Pavlov... Especialistas en el arte del insulto, el especimen argentino siempre encuentra un espacio para disparar el improperio adecuado ante cada situación por más insólita que sea (pero ojo, haciéndolo a su vez de la forma más elegante jamás imaginada). Mientras, en Brasil, suaves y aceptadas palabras como "puxa" (la rep... madre que lo p... en argentino) o caraça (caraj...), junto a la cachaça y el chopp y la samba y las novelas y el carnaval y la lectura y la comida y la playa y el trabajo y algunas cosas más, ocupan el lugar que los argentinos y argentinas destinamos a proferir insultos.
P.D. 1: A todos/as aquellos/as que alguna vez me dijeron que me vaya a ese lugar... ¡Luego de mucho esfuerzo, ya estoy llegando!
P.D. 2: Gente, aclaro públicamente que Silvia y Rubén nunca me alentaron a hablar así, eeehhh?
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